Planes de pensiones: más cambios que tópicos
Hablar de planes de pensiones es como hablar del primo raro de los fondos de inversión. Nadie los entiende del todo, pero tienen algo que decir. Durante años, se les ha colgado la etiqueta de ser caros, poco rentables y, sobre todo, de estar diseñados para beneficio del banco, no del cliente. Cosa que no es cierta, por otro lado. Además, las cosas están cambiando para mejor. No es que ahora sean el Ferrari del ahorro, pero tampoco son un coche oxidado que nadie quiere conducir.
Empecemos por lo que más duele: la fiscalidad. Hace no tanto, los planes de pensiones eran el niño mimado del ahorro a largo plazo. Con hasta 8.000 euros deducibles en el IRPF, eran el sueño de cualquiera con ingresos medios o altos. Pero las reglas del juego cambiaron, y ahora ese límite se ha desplomado hasta unos modestos 1.500 euros anuales. ¿Qué significa esto? Que para los grandes ahorradores, los planes individuales han perdido parte de su atractivo. Pero ¡sorpresa!, los planes de empleo colectivos han emergido como una alternativa interesante, con aportaciones máximas de hasta 10.000 euros al año. La idea parece clara: dejar de lado al ahorrador individual y poner el foco en el ámbito laboral. Aunque, siendo sinceros, no todos los sectores tienen la estructura para aprovecharlo.
Otro mito que los planes de pensiones están empezando a desmontar es el de sus comisiones desorbitadas. Aquí las leyes han sido claras y restrictivas. Mientras que un fondo de inversión puede cobrar hasta un 2,25% en comisiones de gestión, los planes de pensiones están limitados al 1,5% para renta variable, y aún menos para otras categorías: 0,85% en renta fija y un simbólico 0,2% en planes garantizados. Este techo legal ha hecho que las gestoras se ajusten el cinturón. Y con la llegada de planes indexados y de gestoras boutique, que apuestan por tarifas aún más bajas, la competencia está subiendo el nivel...